martes, 6 de mayo de 2008

Diario de Turandot, 4

Día 4 (06/05/08): Parece que le vamos cogiendo el tranquillo a los horarios del bus. Hoy salimos cinco minutos mas tarde de casa y llegamos a la hora de siempre. Son las 3:55 y el camerino ya está casi lleno. Dejamos trastos y en unos minutos subimos al escenario. En cuanto nos ven nos mandan a nuestras posiciones. Pasamos entre el coro y subimos a la plataforma, cada uno a nuestro pilar de referencia, y allí un miembro de utilería nos alcanza La Lanza. Parece que vamos a terminar de pasar el segundo acto hasta el final.

Pese a que hay algunas ausencias (falta Pong, y una de la figurantes esta mala del estomago y tampoco ha podido venir) comenzamos sin dilación desde el momento de los tres enigmas. Todo sigue como siempre, excepto por las enormes puertas que han colocado en el decorado y que se corren hacia los lados para dejar acceso a la zona en la que se encuentra el emperador. El problema es que estan acabadas de poner y aún existe un hueco bastante grande en el suelo donde estan las puertas y que los solistas y actores deben saltar para no caer por el hueco desde una considerable altura. La cover de Turandot va a cantar ahora así que tendremos la oportunidad de escucharla. Volvemos a tener presencia solista en los balcones de las chicas, esta vez más descarada, pues ya no se contentan con hablarles desde abajo y suben sin ningun tipo de pudor a saludar y presentarse. Lo bueno es que el ensayo parece avanzar deprisa y tras parar solo en un par de ocasiones para corregir posiciones y dar nuevas instrucciones llegamos al final del acto. Ha sido rápido e indoloro. Nos dan veinte minutos de descanso y ya nos avisan de que después volveremos a pasarlo todo de nuevo, esta vez sin interrupciones. Devolvemos las lanzas a los chicos de utilería y bajamos corriendo a merendar al sol junto a la piscina.

De nuevo en el escenario. Lanza en mano, codos levantados y mirada al frente. Se nos avisa de que vamos a ver toda la segunda escena completa. La solista ya ha reemplazado a la cover y se prepara. A una orden del director la pianista repertorista ataca los primeros acordes, los soldados comienzan a desfilar y la música nos envuelve. Y en cuanto nos hemos descuidado, absortos en cada nota, en cada frase, el acto está ya terminado. Algunos de los solistas aprovechan el momento posterior para hacer nuevos acercamientos. Oigo a uno de ellos cantando ¿la cucaracha? Por suerte, nos mandan a platea y se preparan para repasar el principio del primer acto. El solista de la cucaracha se coloca a mi lado y me pregunta la altura. Es apenas tres centimetros más bajo que yo y bromea con una chica del coro al respecto. Como veo que sobro, me despido y bajo corriendo hacia los asientos.

Es la primera vez que vemos este acto, pues por ahora siempre habiamos estado con el segundo. Nos acomodamos en nuestros asientos y disfrutamos con la visión del escenario desde una posición tan diferente a la que tenemos mientras estamos arriba. Escuchar al coro resulta sobrecogedor, pone la piel de gallina y eso que por ahora el acompañamiento es todavía el piano. No quiero imaginarme como debe ser oirlo con la orquesta. Desgraciadamente dura poco, ya han pasado las tres horas de trabajo que tiene estipulado el coro y se despiden a toda prisa.


Son las 7,15 y tenemos veinticinco minutos de pausa. Juanjo se ha traido el domino y montamos partida en el camerino, y entre pitos dobles, pasos y cierros se nos hace la hora de volver otra vez arriba. A nuestros asientos de platea en concreto. El director de escena trabaja con el verdugo y sus cuatro ayudantes, que le llevan la mortal aguja que usará para matar al príncipe de Persia, el agua con la que se lavará las manos y el paño con el que se las secará. El director pone mucho énfasis en este aspecto y dedica bastante tiempo a trabajar con el verdugo, que hace un trabajo de filigrana, en realidad, el único papel de actor interesante de toda la figuración. Cuando muere el principe de Persia, cuatro soldados se lo llevan fuera por la puerta y el director decide que deben estar los dos lanceros sobre el escenario.

Así, de pronto, estamos también en el primer acto, y ¡sorpresa! Cuando salen los soldados con el cuerpo por las enormes puertas traseras, nosotros rompemos formación, en lo que será posiblemente la única vez en toda la ópera, y salimos detras de ellos con porte y paso marcial. No lo podemos creer, vamos a movernos por el escenario. Ensayamos varias veces el cambio de mano de la lanza y la posición y movimientos mientras los soldados prueban una manera eficaz y segura de alzar al príncipe sin peligro de que se las caiga. No da tiempo para más, el ensayo por hoy ha terminado. Son las 9,30, y cada uno corre ya para su casa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola!!
Como me alegro que por fin os movais por el escenario.
Enhorabuena...!!

Besitos

PD: Integrate mas en los marujeos que necesito más!!! jajjajaja

Más besitos

Aguacate y Mandarina dijo...

La cucaracha, la cucaracha
ya no puede caminar
porque le falta, porque no tiene
mariguana que fumar...

Una gran sonrisa

Hacia mucho que no me dejaba caer por aquí. Nunca me he olvidado de este rincón de mi alma, pero en algunas épocas de mi vida esta menos pre...