sábado, 3 de mayo de 2008

Diario de Turandot, 2

Día 2 (03/05/08): Sabado tarde. Hace calor en la calle y una modorrilla muy dulce se venía apoderando de nosotros mientras veniamos en el bus. Son las 3,45 y hemos llegado con media hora de antelación, por falta de experiencia con los horarios de la EMT en fin de semana. Obviamente no hay nadie en ningún camerino, y seguramente aún tardarán en llegar. Mi hermano se tumba a descansar sobre el banco y yo aprovecho para hacerle fotos y perrear por los pasillos. Mientras, la gente empieza a aparecer poco a poco.

A las 4,15 justas, nos encontramos ya en los hombros del escenario. Hoy hemos sido convocados una docena de figurantes: los cuatro eunucos que asisten al emperador, las seis bellezas que asisten a Turandot y los dos fornidos e intrépidos guardias imperiales. ¿Estamos todos? No, falta Ximo. La ayudante de producción lo llama insistentemente al móvil pero no consigue hacerse con él. Mientras se le espera, a las seis bellezas y a los dos guardias se nos manda a platea a ver el ensayo porque todavía no se nos necesita. Al final, con media hora de retraso aparece Ximo y el ensayo comienza.

Se trata de la segunda escena del segundo acto, en la que Calaf se enfrenta a los enigmas de la princesa de hielo. Después de un buen rato viendo repetir una y otra vez lo mismo, empezamos a inventar traducciones alternativas a los diálogos, o a buscar parecidos razonables (¿ese solista no se parece a Joselito?). Esta resulta ser la mejor manera de pasar el largo tiempo de espera, pues pese a que venía con la intención de tomar notas sobre la manera de trabajar del maestro Chen, tras media hora no hay mucho más que rascar, al menos en esta parte de la escena. Como el que no quiere la cosa hemos llegado a las 6,15 sin hacer absolutamente nada de provecho. Nos dan veinte minutos de descanso.

Subimos a la cafetería y charramos un ratillo. Ximo nos pone al día de la razón de su retraso: la ayudante de producción envió la tablilla de horarios para hoy con un error, y en los mensajes al móvil que le llegaron no constaba la hora, con lo que él, siguiendo la tablilla pensaba acudir a las 17,45. Pese a no ser culpa suya, se ha comido nada más llegar una bronca monumental de los ayudantes de dirección, que no le han dado ni la opción de explicarse. Pero en fin, somos figurantes y estas cosas de que nos chillen y nos tiren broncas, aunque sea de manera injustificada, van con el trabajo. Ximo que ya es perro viejo sabe como está el patio y le resbala un poco todo.

Son las 6,35 y ya estamos de nuevo ensayando. ¿Ensayando? Tampoco. Han llamado ya a las seis bellezas, y las colocan por el escenario. Solo quedamos en platea los dos guardias imperiales muertos del asco. Parece que el ensayo va a continuar desde donde lo dejamos. Aguanto las dos primeras repeticiones: tras oír por tercera vez "volvemos al número cuarenta y nueve" un profundo sopor se apodera de mi.

Cuando abro los ojos después de varias cabezadas siguen por el mismo número. Son las 8,30. Y seguimos sentados en platea. Pero por fin nos llaman. Menos mal, ya pensabamos que nos habian traido por placer. Bajamos las escaleras y subimos por la escalerilla auxiliar. Uno de los ayudantes de dirección viene a hablar con nosotros. Nos dice que se había olvidado de nosotros, que debiamos haber estado en el escenario desde el principio. Nos lleva hasta la parte alta de la escalinata y nos señala nuestras posiciones. También nos dice que no hace falta que nos coloquemos, que el ensayo ha terminado. Nuestra cara es de absoluta incredulidad. Nos acercamos al resto de figurantes que estan sentados junto al divan del emperador. Comentan el ensayo de hoy. Un par de chicas han sido citadas por error, y deberian estar en sus casas y en su lugar debería haber otras dos chicas, la tablilla erronea sigue dando que hablar, nuestro caso indigna a más de uno y así un sinfín de pequeñas cosas que estan empezando a erosionar la moral de la figuración, y estamos en el segundo día. Uuuuuf, vamos a necesitar paciencia, mucha paciencia. A las nueve menos cuarto, salimos en dirección a casa con la sensación de que nos han tomado el pelo.

Al llegar a casa, aún aguarda una última sorpresa. El lunes uno de los coros a los que pertenezco debe cantar el Carmina Burana en el mismo teatro, pero en otra sala, a partir de las 8,30 de la noche, con tan mala suerte que tenemos ensayo de Turandot ese mismo día y en horario coincidente. Pues bien, esta noche he sido notificado de que nuestra petición de abandonar temporalmente el ensayo a las 8 de la tarde para poder cantar el Carmina Burana, siendo como es que tan solo sujetamos una lanza, ha sido rechazada con argumentos bastante vagos. Conclusión, menos mal que mañana tenemos día libre...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola...estoy alucinando un poco con tu diario...es muy fuerte...pobrecillos...animo y MUCHA PACIENCIAAAAA!!! y un libro para leer...jejeje

Besitos

Aguacate y Mandarina dijo...

¡No te desanimes! Ya verás que las largas esperas quedarán borradas con la emoción alusinante de la obra. ¡Uff! ¡Qué envidia!

omrot dijo...

Jejejejeje, muchas gracias a las dos :). Al final las cosas se acaban arreglando, es solo tener paciencia. Y desde luego poder ver la ópera a dos metros de los cantantes vale la pena :)

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