No noto nada. Es algo tan sutíl que cuesta percibirlo si no lo estás buscando. Y no es algo que esté ahí, sino algo que falta: esa vocecilla que siempre se quejaba y se sentía siempre tan cansada. Esa ausencia de resistencia interna es desconcertante, pero sienta muy bien.
Por lo demás, me siento de un humor maravilloso. Tengo la sensación de que un viejo amigo a quien echaba de menos ha vuelto. Y me sorprende porque no me siento para nada como mi viejo yo. Tengo, por el contrario, la sensación de que mi nuevo y mis viejos yo se están conociendo y de alguna forma encajan bien juntos. Es una sensación de plenitud y de sosiego que hacía mucho que no tenía.
Trato, no obstante, de mantener los pies en la tierra. El cambio es casi tan imperceptible que temo haberme convencido a mi mismo de que en realidad está ahí. Pero no me preocupa, solo el tiempo puede aclararme si estoy en lo cierto o no, y mientras tanto, voy a disfrutar todo lo que pueda este momento.
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