lunes, 4 de diciembre de 2006

Blanca con calderón

Recuerdo perfectamente aquella noche. Un cielo límpio de nubes y con algunas estrellas osadas brillando pese al cansino resplandor de la ciudad, que invadía insolente la noche estival. Recuerdo las risas, los frecuentes vistazos al planisferio y la minuciosa operación que había de convertir un montón de hierros, y piezas de madera y metal en un flamante telescopio. La noche clara y los colchones y mantas al raso. El fresco de la noche en el monte, y la excitación por la busca y captura de cúmulos, planetas y nebulosas en el pequeño refractor. Y el chaval inquieto y despierto que planeaba conmigo las rutas del cielo, los caminos por entre las estrellas tras los secretos del Universo.

Han pasado ya siete veranos desde aquel, y muchas cosas han ocurrido durante el devenir de todo ese tiempo. Ya no somos cuñados, y pese a estar una temporada viendonos muy poco, la música nos ha vuelto a unir. Mi admiración por él sigue creciendo, y me siento orgulloso de poder llamarlo tato.

Este fin de semana se ha hecho público que ha ganado el primer premio de composición para coro de voces blancas de la FECOCOVA. Espero que no deje nunca de ser tan genial, y le deseo muchísima suerte en todo lo que haga. Y creo que voy a ir desempolvando su primer autógrafo, que aún guardo plastificado en mi carpeta de mapas celestes.

2 comentarios:

Esther Ita dijo...

Pues desde aquí un abrazo enorme para ese artista que si ha llenado tu vida, lo merece.

Y lo de las estrellas me ha hecho pensar que podíamos dedicar parte de una noche en nuestro pequeño viaje a contemplar el firmamento. Yo pongo los planisferios y tú las historias increíbles que viajan entre las estrellas. ¿Te parecería?.

omrot dijo...

Encantado. En el cielo hay tantas historias como estrellas...

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Hacia mucho que no me dejaba caer por aquí. Nunca me he olvidado de este rincón de mi alma, pero en algunas épocas de mi vida esta menos pre...