lunes, 27 de noviembre de 2006

Saudade

Quando Lisboa acordar
Do sono antigo que é seu
Hei-de ser eu a cantar
Que eu tenho um recado só meu

Céu da Mouraria, ouve...
Vai chegar o dia novo!

E o sol das madrugadas todas...
Névoa de um povo a sonhar...
Os teus mistérios, Lisboa,
são as pombas que ainda há

Madredeus, Céu da Mouraria


Hoy tengo saudade de Lisboa. Me apetece aparcar todo en un instante único, parar mi vida en seco, y escapar por unas horas a pasear por a Baixa, o a zigzaguear por Alfama en el eléctrico 28. Querría subir a lo alto del elevador de Santa Justa a contemplar como se pone el sol y la ciudad se llena de miles de luces. Una buena conversación en el cesped junto a la torre de Belem, o un café con Pessoa en A Brasileira. Hacerme, esta vez sí, un Kalashnikov con mi hermano en el Mescal, o un ratillo de jazz en el HCP. Y volver con las pilas cargadas despues de subir y bajar por las 7 colinas de la Roma del Atlántico.

Me gusta Lisboa. Es un ciudad muy diferente a otras que he conocido. Hermosa, señorial pero un poco triste y decadente. Una melancolía infinita impregna la urbe y se adhiere a las fachadas, las calles y a los mismos lisboetas. Las aguas del frio oceano penetran el estuario del Tejo y lamen la ciudad marcando para siempre el carácter de los habitantes. La gente, por lo general callada y un poco seca, parece esperar todavia el retorno triunfante de Dom Sebastian el deseado, el rey durmiente, que ha de volver un día, según dice la tradición, a poner de nuevo a Portugal en el lugar que le corresponde del mundo, para cumplir su aplazado destino. El corazón de Lisboa pulsa a ritmo de fado, y en los más insólitos rincones de pronto se escuchan acordes de luna y besos, de abrazos que ya no volverán y noches en vela llorando una pena que alimenta el verso y la música. Dulce Pontes, Amalia Rodrigues, Madredeus, Cristina Branco, Mariza, Misia, y toda una miriada de cantantes y músicos que pueblan las casas de fado de toda Lisboa.

Y pese a todo, no pierde jamás su orgullo. Se mantiene firme ante las dentadas ruedas del tiempo, sin agachar la cabeza y sin rendir el gastado pendón al inexorable paso de los días. Y reconozco que apenas conozco la ciudad, y en la imagen que tengo de ella se mezclan, confusos, recuerdos y vivencias propios y ajenos, pero no es menos cierto que la quiero. Tanto como se puede querer un trozo de tierra, con casas y pedazos de realidad asfaltados para uso de vehículos con o sin motor. Y deseo volver a ella, pronto, y no una vez sino mil. ¿Alguien se viene?



3 comentarios:

Esther Ita dijo...

¿Acaso no estás ahora en Lisboa?. ¿Acaso no estamos todos/as en Lisboa?.

Has creado una pequeña puerta de entrada a la ciudad, pero más mágica que la propia ciudad en sí; porque no sólo nos has llevado a un rincón del mundo que se puede ver y pisar, sino que nos has invitado a una Lisboa mucho más bonita: la que tú sientes y sueñas, la Lisboa que respiras desde dentro, desde tus emociones y tus recuerdos, desde lo más profundo de tu corazón.

Gracias por hacernos viajar a un lugar tan acogedor.

Y de nuevo, disfruta de tu melancolía ..., pero no te olvides también de disfrutar de tus sonrisas.

Aullidos en la nocheeeeee, jajajajaja.

omrot dijo...

Pues estás invitada a venir a conocer Lisboa. Noto que el cuerpo me pide volver, así que un día os aviso que me voy y el que quiera que se apunte. Por cierto, la opción de oir canciones ya funciona. Un post sobre Lisboa sin Madredeus es como una primavera sin cerezos.

Y bueno, Lisboa tiene la rara particularidad de ponerme melancólico y hacerme sonreir al mismo tiempo.

Esther Ita dijo...

Pues vámonos todos a Lisboaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!, jajajajaja.

Sonrisas y melancolía, bonita y peculiar combinación: me gusta.

Lisboa nos espera con los brazos abiertos, jejejeje.

Besos y cupitajos portugueses.

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