Es sábado por la mañana, y en mi casa reina el silencio. Un sol radiante baña con alegría los edificios frente a mi ventana. Apenas unos pocos coches pasan de manera esporádica y el mundo da la sensación de haberse detenido. Y es eso justo lo que necesito. Para poder saborear la calma después de la tempestad.
Anoche acabó una etapa. No por ningún hecho en concreto (aunque se me podrían ocurrir algunos) sino más bien como culminación de un proceso que ha venido gestándose en los últimos meses. Un proceso por el que el péndulo de Foucault que rige mi vida ha oscilado de manera firme y decidida, a explorar facetas de mi que aún no conocía, o siquiera imaginaba. Y he descubierto un poco mejor como soy, como vivo, que también puedo darme cuenta de las cosas pese a ser tan despistado, y que no me es difícil aprender en qué debo mejorar.
Ahora empieza la nueva etapa, en la que debo usar lo aprendido para tratar de ser la persona que he llegado a vislumbrar; para conseguir, por fin, ocupar el sitio que me corresponde. Y sé que como siempre, no será fácil: luchar contra las viejas costumbres adquiridas, contra la abulia, contra la melancolía y las noches frías,... Y sin embargo, sé que lo puedo alcanzar. Tengo esa certeza que me hace sentirme tan tranquilo.
Pero bueno, antes de comenzar ese ciclo, me voy a permitir saborear este momento, y disfrutar de esta dulce, dulce calma.
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3 comentarios:
También he aprendido que necesito aprender a bailar... algún alma caritativa me echaría una mano? Ya aviso que soy un aprendiz nefaso.
Una de las cosas que admiro de ti es que eres capaz de disfrutar los momentos, tanto los melancólicos como los de calma.
Sin duda llegarás a ser la persona que deseas ser.
Enhorabuena.
Gracias quique! Se hace lo que se puede. Y lo mejor de todo es crecer con gente estupenda alrededor como tu. Por cierto, a ver si quedamos que tengo una postal de Rusia para ti, que no pude enviarte desde alli. ;)
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