Una nueva noche ha llegado, con los recuerdos de ayer aún indeleblemente impresos en mi memoria. Pero esta noche es distinta, totalmente diferente. Hoy, por fin, ha llegado Vera.
Hace ya tiempo que la esperábamos. Hemos contado los días, y maltratado al inocente calendario, nos hemos comido las uñas, propias y ajenas, y hemos bombardeado a llamadas y mensajes a su tío Tian, ese tierno gigante de mazapán que nos ha tenido tan informados como ha podido pero no tanto como nos demandaban nuestros colapsados nervios. Pensábamos que vendría a primeros de mes pero el frío le ha hecho demorarse hasta encontrar el día apropiado. Y así, cuando ya desesperábamos, ha aterrizado en nuestras vidas la pequeña Vera.
Tan solo 3.250 g y 49,50 cm de vida nueva, palpitante y fresca, acabada de estrenar, pero tan enorme como la de cualquiera de nosotros. Una persona más sobre la Tierra desde que entrara en el mundo de un salto, con el ímpetu de su potente llanto. Desde que su corazón empezara a latir con fuerza abrazándose a la vida. Una niñita que pese a haber llegado hace nada ya es importante para mucha gente, y va a cambiarle la vida a muchos más.
Sí. Lo reconozco. Estoy contento. La quiero ya un montón sin haberla visto todavía, y no puedo evitar sentirme dichoso por los padres, dos personas que se merecen lo mejor que este mundo pueda dar. Y me maravilla pensar como hace apenas un ratito Vera aún no existía sino como una extensión del cuerpo de su madre y ahora es un ser humano más, libre e independiente.
Tengo una sensación de vértigo al pensar como en las últimas horas he vivido dos situaciones tan diferentes, y a la vez tan complementarias: el paso de existir a no existir y viceversa. En cierta manera me hacen sentir más apego por la vida, y más cariño por el resto de personas, pero si la muerte no es nada, y la forma de morir lo es todo (como bien decía mi amigo del alma Nachete), nacer tampoco es nada, y el lugar donde naces es todo. ¿Cuantos niños nacen sin las posibilidades que tendrá Vera? ¿Sin la suerte de tener los padres que tiene ella? Me alegro de que esos niños estén aquí, de que sean en vez de no ser, pero me abruma pensar qué futuro le espera a muchos de ellos. Y todo pasa por lo mismo, cambiar el mundo para que todos los niños, todas esas vidas nuevas, tengan las mismas oportunidades.
Quizás penséis que es una batalla perdida, pero bueno, al menos habrá que intentarlo ¿no?
¡Bienvenida a este mundo que tratamos de mejorar, pequeña Vera!
viernes, 19 de enero de 2007
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4 comentarios:
Vera... q nombre mas bonito! Aunq yo tngo claro q mi hija se llamará Lucía ^^
Me alegro muxo x tu alegría y x la suerte d esa hermosa niña al tener un "padrino" como tu!!!! JE (no se si es d tu flia xo si no lo es seguro q será como si lo fuera).
Me gusta verte alegre nene asi q ... cabeza alta, sacando pexo y a por todas!!!
Q tngas un wen dia!
P.D. y si... d la vida a la muerte solo hay un paso y viceversa.
"El lugar dnd naces lo es todo..." wow, me quedé en blanco ^^
"Nuestra existencia no es más que un cortocircuito de luz entre dos eternidades de oscuridad"
Yo también pienso que Vera es un nombre chulo (aunque mis nombres favoritos de chica siempre han sido Alba o Mar). La verdad es que la peque es la hija de unos amigos vinarosencs a los que les tengo muchísimo cariño, y que forman parte de esa pequeña familia que es mi coro. De manera, que no es pariente mía pero francamente, como si lo fuera. Muy buenos dias tambien para ti, Lunilla de plata y sueño. Nos vemos muy pronto. ;)
Vir, muchas de las reflexiones de este post las saqué hablando contigo la otra mañana, así que te estoy en deuda :). Ya hablamos y busco la manera de devolverte el detalle :).
Me atrae mucho tu definición de vida, amigo anónimo. Además, siempre he sido de los que piensan que no hay nada antes o después de la vida, ni cielos ni infiernos a los que acogerse; así que visto lo visto los últimos dias, ese cortocircuito se me hace tan evidente... Eso sí, no pierdo las ganas de aprovechar al máximo ese instante de luz. Ya sabes, carpe diem.
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