Se veía venir. Lo había avisado el parte meteorológico y se podía respirar en la atmósfera. El sol brillaba pero todos sabíamos que no podía durar. Tan solo confiábamos en que aguantara hasta que hubiéramos llegado hasta la cima del Javalambre. Y al menos en eso tuvimos suerte. La ascensión, por la cara más empinada, la que estaba sembrada de guijarros sueltos y falsos repechos, fue muy dura pero tras mucho esfuerzo y una pequeña parada a mitad de camino para recuperar liquido llegamos. El sol seguía brillando pero ya no con tanta fuerza, tal como enormes nubes se acercaban a toda velocidad. Había que darse prisa.
Y entonces fue cuando empezaron nuestros problemas. ¿Donde está Carlos? Iba por delante de nosotros y cuando llegamos a la cima había desaparecido. Ni rastro de él por ninguna parte. Dejamos las pesadas mochilas en el suelo y nos organizamos para buscarlo. Desandamos y rehicimos el camino una y otra vez gastando el poco aliento que nos quedaba y un tiempo que tal como veríamos después iba a resultar precioso. Tras casi una hora de infructuoso resultado y muy preocupados, abandonamos la búsqueda y seguimos avanzando para buscar una zona donde hubiera cobertura y desde allí poder llamar a Joan y Cosa que llegaban esa misma mañana por si tenían alguna noticia. Al final pudimos descubrir que Carlos se había perdido y en vez de esperarnos había decidido, de una manera muy imprudente, volver solo al pueblo deshaciendo todo el camino y esperarnos allí, mientras nosotros seguíamos la ruta prevista y bajamos por la zona de las pistas de esquí.
A partir de aquí, la preocupación había dejado paso a un cabreo enorme y solo las primeras gotas de lluvia consiguieron sacarnos de nuestro estado y romper la cadena de protestas y amenazas que íbamos hilando durante la bajada. Arreglamos un poco las bolsas para que no se nos mojaran y continuamos el lento descenso. En un rato que nos pareció eterno, llegabamos a la cafetería de las pistas de esquí. Contentos por tener un sitio donde sentarnos y comer caliente, contabamos que nuestras penurias se habian acabado. Exhaustos y completamente empapados, aun no sospechabamos que lo peor estaba por llegar...
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3 comentarios:
Carlos hizo bien en no quedarse a esperar a unos rescatadores que nunca le hubieran visto.
Se comportó de forma correcta al diriguirse al último sitio, con cobertura, donde habian parado, ya que era tarde y estaba cada vez más cansado de subir y bajar la puta montaña...
de todas formas y a pesar de todo...la aventura es la aventura...no os guardo rencor alguno ;)
Grrrrrrrrrrr
Nieve, con el calor que hace estos días...
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