El pequeño Pinocho mira avergonzado al suelo. A su lado, con el ceño fruncido y moviendo enérgicamente las manos, Pepito Grillo, le recrimina indignado su poco sentido común. Y el caso es que Pinocho lo sabe, es consciente de que esta obrando mal. Alza la vista y contempla absorto como Pepito Grillo hilvana una tras otra miles de razones; como su cuerpo se tensa con los gestos que acompañan cada razonamiento; como sus suaves facciones se impregnan de la fría amargura de los que saben que no se puede hacer más; como sus labios pequeños articulan cada palabra; esos labios pequeños y rosados, humedos por la saliva; esos labios...
Sin apenas darse cuenta de lo que hace, se inclina sobre Pepito Grillo, y pasando un brazo por detras de él, y entornando los ojos, besa, muy suavemente, esos preciosos labios.
Dedicado con todo mi cariño a mi conciencia.
1 comentario:
Nota mental para mi conciencia: No quiero que pienses que creo que eres gruñona, gruñón lo és Pepito Grillo. Pero ni tu eres Pepito Grillo ni yo soy Pinocho. Tu eres una bendición. Y si yo comparto algo con Pinocho, quizás sean esas últimas cuatro lineas.
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