Hoy fué un buen día. Un día para hacer balance. Para ver todo lo bueno y todo lo malo, todo lo que vivido hasta el momento y sopesar lo que queda aún por andar.
Hoy cumplí exactamente cinco años viviendo en la ciudad que amo. Cinco años que, ahora que tengo un poco de tiempo para reflexionar con calma, han dado para mucho.
Cinco años para conocer a mi Significant One, para casarme, para tener un churumbel y verlo crecer unos buenos pocos años. Para terminar cosas pendientes y cerrar heridas abiertas. Para meterme de nuevo en la universidad, y disfrutarla y sufrirla como no pude hacerlo en su momento. Para trabajar y disfrutar trabajando en algo que me entusiasma. Para descubrirme y reinventarme. Para asumirme y perdonarme muchas cosas. Para atreverme a aceptarme y a lanzarme al vacio sin red, pese a que al final si había red, aunque yo no quisiera verla. Para hacer esa prueba que llevaba dos decadas esperando y que siempre he tratado de evitar, y que al final resultó ser un simple paseo en barca y que me ha regalado tres fantásticas sigmas para curar un poco mi ego. Para conocer a tantas y tantas personas, y en concreto ESAS personas que han hecho de la vida algo aún más bonito de lo que ya es.
No se que me espera en el futuro. Solo sé que si es solo la mitad de bueno de lo que han sido estos últimos años, ya vale la pena.
Y para rematar la faena, la noticia, hoy mismo, de que he sido tío por primera vez en mi vida. Y debo decir que es algo realmente bonito.
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