El pasado invierno fue para mí Alexander Platz, y Unter den Linden, y la Isla de los Museos, y volver a Potsdamer Platz. Fue el S-Bahn, y la nieve.
La primavera, el Mauerpark y Prenzlauer Berg, y la hierba y Hackescher Markt, y Lichtenberg. Para verano quedaban los lagos, y Kreuzberg, y AdmiralBrücke.
Y ahora, que ya esta aquí el otoño, me quedo con mi pequeño refugio en Neu-Kölln, con los paseos por Tempelhof, con los últimos rayos de sol colándose entre los altos arboles de los pequeños cementerios abandonados de Hermannstraße, con las sonrisas y los desayunos con queso y Weltmeister, con los ojos verde turquesa.
Tengo la sensación de que este va a ser un buen otoño.
jueves, 30 de septiembre de 2010
lunes, 13 de septiembre de 2010
Pan sin queso
Ha amanecido lloviendo. La contagiosa alegría que traía el sol cuando entraba temprano por la mañana se ha ido disipando lentamente a lo largo de la noche. Hoy algo ha cambiado.
Ayer tuvimos una concesión al otoño. Como por descuido, un día fantástico se coló entre los turbios días que están precediendo al equinoccio. Un día hermoso y soleado, cálido como un abrazo y limpio de nubes y malos pensamientos. Uno de esos domingos que se disfrutan hasta el último segundo.
Un brunch con Miss Nora y su hermana, y con Zora y Barney. Una visita al Mauerpark, al rastro, al karaoke, a los amigos que pululan arriba y abajo, o yacen risueños sobre el césped. Mis libros nuevos, mis nuevos Cds (¿quien lo diría? El A love supreme de Coltrane, el Moanin de Art Blakey, y el Out to lunch de Eric Dolphy, todos originales por 7 euros). Una cena horario europeo con Desmond (que tiene el detallazo de regalarme un pequeño libro y una postal del año 43). Un divertidísimo Quiz con grandes amigos, muchas risas, pocas preguntas acertadas y la sensación de felicidad que me ha ido acompañando toda la última semana. A medianoche, antes de el S-Bahn se transforme en calabaza, huimos buscando el calor de un pequeño refugio en las alturas. Susurros, sonrisas, y después, solo oscuridad y silencio.
Y esta mañana la lluvia. Algo ha cambiado imperceptiblemente, puedo notarlo. Quizás desapareció el queso, y ahora solo queda sobre la mesa el pan. Desde luego es un buen pan, pan alemán, de ese con semillitas y cosas por el estilo. Y el queso tampoco podía durar eternamente. Pero de alguna manera, sé que voy a echarlo un poco en falta. Quizás solo necesito dormir, y quitarme este pijama de tristeza que me pone siempre la lluvia.
Ayer tuvimos una concesión al otoño. Como por descuido, un día fantástico se coló entre los turbios días que están precediendo al equinoccio. Un día hermoso y soleado, cálido como un abrazo y limpio de nubes y malos pensamientos. Uno de esos domingos que se disfrutan hasta el último segundo.
Un brunch con Miss Nora y su hermana, y con Zora y Barney. Una visita al Mauerpark, al rastro, al karaoke, a los amigos que pululan arriba y abajo, o yacen risueños sobre el césped. Mis libros nuevos, mis nuevos Cds (¿quien lo diría? El A love supreme de Coltrane, el Moanin de Art Blakey, y el Out to lunch de Eric Dolphy, todos originales por 7 euros). Una cena horario europeo con Desmond (que tiene el detallazo de regalarme un pequeño libro y una postal del año 43). Un divertidísimo Quiz con grandes amigos, muchas risas, pocas preguntas acertadas y la sensación de felicidad que me ha ido acompañando toda la última semana. A medianoche, antes de el S-Bahn se transforme en calabaza, huimos buscando el calor de un pequeño refugio en las alturas. Susurros, sonrisas, y después, solo oscuridad y silencio.
Y esta mañana la lluvia. Algo ha cambiado imperceptiblemente, puedo notarlo. Quizás desapareció el queso, y ahora solo queda sobre la mesa el pan. Desde luego es un buen pan, pan alemán, de ese con semillitas y cosas por el estilo. Y el queso tampoco podía durar eternamente. Pero de alguna manera, sé que voy a echarlo un poco en falta. Quizás solo necesito dormir, y quitarme este pijama de tristeza que me pone siempre la lluvia.
domingo, 12 de septiembre de 2010
Caras largas
¿Hay algo más triste, me pregunto a mi mismo, que despertarse por la mañana y que lo primero que uno vea sea una cara seria?
Sonrisas
¿Hay algo más bonito, me pregunto a mi mismo, que despertarse por la mañana y que lo primero que uno vea sea una sonrisa?
viernes, 3 de septiembre de 2010
Cuestión de perspectiva
Es duro al principio. Vuelves pensando que el tiempo sigue como lo dejaste, y más cuando en tu tierra natal un ponientazo devastador ha elevado las temperaturas sin previo aviso y por tiempo indeterminado, hasta valores dificiles de soportar. Pero no, no aquí. En Berlín, el aire fresco ha tomado las calles, las nubes cubren el mundo vistiendo de gris los coches y edificios. A ratos, una fina lluvia se deja caer cansadamente, mojando silenciosamente el pavimento.
Se acabaron los baños nocturnos, las cervezas en Admiralbrücke, las tardes locas de domingo en el Mauerpark, las horas largas sobre la hierba de los parques. Y no puedo evitar que una sensación de tristeza me embargue. Contaba con poder disfrutar aún de un par de semanas de buen tiempo. Pero ha resultado demasiado pedir. El verano ha muerto y mi corazón se encoge a ratos.
De pronto, a media tarde, un rayo de luz barre la calle. Las nubes dejan filtrarse la luz del sol, y poco a poco los grises se tornan en verdes, en azules, en lindos amarillos.
Es una pena que haya terminado el verano en Berlin, pero... ¡es tan precioso el otoño aquí!
Se acabaron los baños nocturnos, las cervezas en Admiralbrücke, las tardes locas de domingo en el Mauerpark, las horas largas sobre la hierba de los parques. Y no puedo evitar que una sensación de tristeza me embargue. Contaba con poder disfrutar aún de un par de semanas de buen tiempo. Pero ha resultado demasiado pedir. El verano ha muerto y mi corazón se encoge a ratos.
De pronto, a media tarde, un rayo de luz barre la calle. Las nubes dejan filtrarse la luz del sol, y poco a poco los grises se tornan en verdes, en azules, en lindos amarillos.
Es una pena que haya terminado el verano en Berlin, pero... ¡es tan precioso el otoño aquí!
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