jueves, 30 de julio de 2009

Fin y principio

Hubiera necesitado horas para decírtelo todo, para vaciar en ti mi alma exhausta. Para celebrar tu sonrisa fresca, tus manos firmes, el suave lienzo de tu piel; para contarte como veo el mar en tus ojos, y tus ojos en el mar, y como mi vida se ha ido llenando poco a poco con el sonido verde de tu risa, con la dulce complicidad de nuestras conversaciones sobre lo humano y lo divino, las alegrías y las penas, sobre nosotros y el mundo. Para decirte, ¿por qué no?, que te quiero.

Pero no teníamos horas, sino apenas minutos. Y el tiempo se escondió de nosotros tras cada esquina, en cada oscuro rincón, como en una ineluctable conjura. Y es cierto, que de alguna manera sabíamos lo que había, que intuíamos lo que estaba naciendo, y cual era su inevitable final. Quizás pensamos que las palabras podían romper el frágil cristal de nuestra historia, ese tenue hilo fino como un cabello del que pendía nuestra ilusión.

Ahora una vertiginosa cantidad de kilómetros separa tu risa de mis oídos, y no puedo dejar de pensar en ti. Y me gusta pensar que a ti te ocurre lo mismo. Y mi cabeza se llena de cientos de miles de dudas, que hacen danzar ante mis ojos cientos de miles de nuevas posibilidades. Supongo que ahora es el momento de hablar todo lo que quedó en el aire.

Y no sé que pasará. El futuro se me hace completamente impenetrable, oscuro como oscura es esta noche sin ti. Y bueno, quien sabe como acabará todo esto. Solo espero, pase lo que pase, al igual que sé que yo no podré hacerlo, que nunca olvides el tiempo en que te amé.

miércoles, 29 de julio de 2009

Despedida


Un último abrazo, nuestros pies descalzos sobre el sucio pavimento, entrelazados y juntos como no volverán a estarlo nunca más.

Te miro mientras te alejas, lentamente, de mi vida. Me miras. Hago un esfuerzo enorme por no volver a llorar y te digo adiós con la mano. Desapareces tras la esquina.

Después, solo está la Nada.

lunes, 20 de julio de 2009

Amarga ironía

Estás triste, o enfadada, o quizás ambas cosas. Te miro embelesado mientras me cuentas qué ha sucedido: él ha vuelto a comentar en público, respecto a la imagen de una conocida modelo, que esa es la mujer que él quiere, y se pregunta si pide demasiado.

Comprendo tu indignación, es un detalle poco elegante por su parte. Dejo que hables, reduciendo a fino polvo cada una de sus palabras, desmenuzando implacablemente el sentido de la frase hasta que por fin no puedes evitar preguntarme:

- Eso es lo que quiere, pero... ¿lo merece?

Te miro de arriba a abajo. Tus cristalinos ojos, tus manos sutiles y delicadas, tus sensuales labios que yo nunca besaré, y un sentimiento de tristeza se apodera también de mi. Mi mirada se desliza por tu sedoso cuello hasta caer inerte al suelo, mientras pienso:

- ¿Y yo?, ¿qué merezco yo?

Una gran sonrisa

Hacia mucho que no me dejaba caer por aquí. Nunca me he olvidado de este rincón de mi alma, pero en algunas épocas de mi vida esta menos pre...