Solo hay una cosa que me guste más que la nieve: cuando esta por fin se funde y la ciudad nace de nuevo.
Sí, sigue el frio, y las nubes cubren el cielo bastante a menudo. Una fina llovizna empapa todo de manera lenta pero ineluctable. Y sin embargo, me gusta.
A veces, como por descuido, el sol se cuela entre las nubes, y la ciudad parece emeger de entre el hielo en todo su esplendor, anunciando promesas de una cálida primavera y un maravilloso verano. Los viejos recuerdos florecen, todas las vivencias, todos los viejos amigos (los que siguen, y los que ya no estan; los que volverán y aquellos que ya solo son imagenes en nuestra memoria y largas cartas de puesta al día) emergen junto con las calles, las aceras, los nevados parques.
Y entonces, en ese justo momento, ya no te importa el frio. La vida se descubre bella, viva, espléndida en su crisol de colores. Ojala el mundo estuviera lleno de este tipo de emergencias.
sábado, 15 de enero de 2011
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