Camino hacia casa. Es tarde y apenas se ve gente por la calle. Hace frío y mis solitarios pasos resuenan en la oscura noche, amortiguados de vez en cuando por el sonido de los coches que cruzan el asfalto mojado. Hace frío, sí, pero yo no lo noto. Mi mente sigue procesando la última escena de un capítulo que hoy se cierra para siempre.
Me siento dolido, indignado, enfurecido, triste; todo junto y sin ningún tipo de orden ni concierto. A mi cabeza acuden las frases que no he sido capaz de decir hace apenas diez minutos, cuando hubieran significado la diferencia. Pero da igual. Al final la conclusión es la misma: algo definitivamente se ha roto.
Y reconozco que siempre me pasa. Soy tan tonto que parto del supuesto de que todas las personas son buenas, y las trato con cariño. Hasta que te topas con alguien así, que mira a la gente por encima del hombro, no ya con desprecio sino con algo mucho peor: con paternalismo; que hace y deshace, y que pretende que todo el universo sea su campo de juegos, y que todos vivan o se comporten según sus arbitrarios designios.
Y a mi la gente así me revienta. Juegan un juego que no me gusta y que mientras tenga oportunidad voy a evitar. Eso de que un jugador cambie las reglas del juego a mitad partida me parece injusto, y me niego a no seguir viendo a los demás como iguales. Así, el último capítulo de esta historia era previsible.
Porque si tengo una cosa clara, es que en este mundo tengo amigos tan maravillosos y hay personas tan extraordinarias a las que aun ni conozco, que no tengo porque rodearme de gente que no merece la pena. Así que buena suerte y buen viaje.
sábado, 22 de diciembre de 2007
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2 comentarios:
Yo, te mando un beso.
Muchísimas gracias. Ahora es justo lo que necesitaba. Entre las fiestas estas, que siempre me ponen triste, y un puñetero resfriado, estaba un poco bajo de ánimos. Así que gracias de nuevo. Eres un sol.
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