jueves, 29 de noviembre de 2007
Nostalgia
Y sentado en el viejo sillón, cubierto el regazo de las innumerables cartas que ella le había escrito, lloró...
jueves, 22 de noviembre de 2007
Ansia de tocarte
Cuanto tiempo sin verte. Te he echado tanto de menos. Pero al fin estamos juntos de nuevo.
Noto como crece mi agitación y el sordo redoblar de mi corazón se acelera por momentos. No puedo sino empezar a desnudarte de la dura coraza que envuelve tu alma. Despacio, muy despacio, deleitándome con cada nuevo centimetro que aparece al descubierto, cada centimetro de ti.
Mis dedos te cubren, vuelan como pequeñas mariposas a lo largo de toda tu geografía, besandote fugazmente con las ávidas yemas. Cierro los ojos y me concentro en recordarte, todas tus curvas, todos tus secretos rincones mientras tú, sin exhalar sonido alguno, me dejas hacer.
Te abrazo muy despacio, ciñendote a mi, acercandote a mi, a mi pecho, para darte mi calor, ofrecerte mi hálito calido y sediento de ti. Una mano rodea tu cuello de cisne y me acerca tu boca. Delicadamente, poso mis labios sobre ti, te beso dulcemente la boca, y herido de viejos recuerdos, no puedo evitar apretarte con mis dientes en un suave mordisco que ambos recordamos a la perfección, esas cicatrices en el alma.
Juntos, como hace tanto tiempo. Y te conozco, sé que teclas pulsar dentro de ti para que te estremezcas, para que palpites y llenes mi mente y mi cuerpo con el relampago inquieto de tu voz. Y recorro tu cuerpo apretandote, marcando mis dedos sobre ti, mientras continua mi fiero beso.
Pero me siento torpe. Lo que antes conseguía hacerte aullar apenas logra arrancar de ti unos roncos gemidos. Nada sale como pretendo y al cabo, exhausto, te tumbo de nuevo sobre la cama y miro con tristeza mis manos rígidas, como hechas de madera hinchada.
Bueno, lo volveremos a intentar. Mañana, o quizás esta misma tarde. Lo importante es que por fín, volvemos a estar juntos, pienso mientras limpio cuidadosamente mi saxo y lo guardo de nuevo en su estuche.
Noto como crece mi agitación y el sordo redoblar de mi corazón se acelera por momentos. No puedo sino empezar a desnudarte de la dura coraza que envuelve tu alma. Despacio, muy despacio, deleitándome con cada nuevo centimetro que aparece al descubierto, cada centimetro de ti.
Mis dedos te cubren, vuelan como pequeñas mariposas a lo largo de toda tu geografía, besandote fugazmente con las ávidas yemas. Cierro los ojos y me concentro en recordarte, todas tus curvas, todos tus secretos rincones mientras tú, sin exhalar sonido alguno, me dejas hacer.
Te abrazo muy despacio, ciñendote a mi, acercandote a mi, a mi pecho, para darte mi calor, ofrecerte mi hálito calido y sediento de ti. Una mano rodea tu cuello de cisne y me acerca tu boca. Delicadamente, poso mis labios sobre ti, te beso dulcemente la boca, y herido de viejos recuerdos, no puedo evitar apretarte con mis dientes en un suave mordisco que ambos recordamos a la perfección, esas cicatrices en el alma.
Juntos, como hace tanto tiempo. Y te conozco, sé que teclas pulsar dentro de ti para que te estremezcas, para que palpites y llenes mi mente y mi cuerpo con el relampago inquieto de tu voz. Y recorro tu cuerpo apretandote, marcando mis dedos sobre ti, mientras continua mi fiero beso.
Pero me siento torpe. Lo que antes conseguía hacerte aullar apenas logra arrancar de ti unos roncos gemidos. Nada sale como pretendo y al cabo, exhausto, te tumbo de nuevo sobre la cama y miro con tristeza mis manos rígidas, como hechas de madera hinchada.
Bueno, lo volveremos a intentar. Mañana, o quizás esta misma tarde. Lo importante es que por fín, volvemos a estar juntos, pienso mientras limpio cuidadosamente mi saxo y lo guardo de nuevo en su estuche.
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