jueves, 24 de junio de 2021

Una gran sonrisa

Hacia mucho que no me dejaba caer por aquí. Nunca me he olvidado de este rincón de mi alma, pero en algunas épocas de mi vida esta menos presente que en otras. Y por algunas épocas me refiero a la última decada, así a grosso modo.

Pero hoy me ha venido a la cabeza. Así, de pronto.

Una divertida charla sobre sellos con gente increible ha acabado en una conversación sobre el pensamiento, la felicidad y la vida, y de repente me han venido a la cabeza mis normas de uso. Aquellas que escribí aquí en octubre de 2008 y que aún hoy en día trato de utilizar.

Y sin saber muy bien como o porque, he estado leyendo trozos sueltos, notas de este mes o aquel año. Retazos de mi vida cuando aún era mi vida, pero era otra, diferente.

Un instante más, y ya no leía. La necesidad de escribir se ha asomado de nuevo, tímida, y me ha dado un empujoncito.

Estoy acabando ya estas lineas, y la sensación de felicidad, de gozo por ese reencuentro conmigo mismo, sigue a mi lado, sin abandonarme, mientras en mi cara se dibuja todavía una gran sonrisa.

lunes, 8 de junio de 2020

Día 3

Anoche, poco antes de acostarme, empezó a dolerme la cabeza. No un dolor lacerante pero si desagradable que ha estado yendo y viniendo hasta mediodía. Las primeras alarmas suenan en mi cabeza. Sé como funciona, lo he leido, estoy preparado. Y aún así, no puedo dejar de sentirme sorprendido, como si no creyerá que me puede pasar a mi.

Respiro hondo y me digo que puede haber sido también por no haber podido dormir del tirón (cosas de tener crios). Me meto un paracetamol y evito pensar en el tema. Las sensaciones de ayer se mantienen.

Pasado un rato el dolor de cabeza desaparece y no vuelvo a notarlo en todo el día. Suspiro aliviado.

Es casi medianoche. Trato de pensar en lo que he hecho durante el día y me sorprendo. Me trato de convencer de acabar un par de cosas que yacen desde hace mucho sobre mi escritorio, pero la voz está de vuelta y me insiste en que ya es tarde, en que estoy cansado. El sueño, sin embargo, sigue sin aparecer...

domingo, 7 de junio de 2020

Día 2

No noto nada. Es algo tan sutíl que cuesta percibirlo si no lo estás buscando. Y no es algo que esté ahí, sino algo que falta: esa vocecilla que siempre se quejaba y se sentía siempre tan cansada. Esa ausencia de resistencia interna es desconcertante, pero sienta muy bien.

Por lo demás, me siento de un humor maravilloso. Tengo la sensación de que un viejo amigo a quien echaba de menos ha vuelto. Y me sorprende porque no me siento para nada como mi viejo yo. Tengo, por el contrario, la sensación de que mi nuevo y mis viejos yo se están conociendo y de alguna forma encajan bien juntos. Es una sensación de plenitud y de sosiego que hacía mucho que no tenía.

Trato, no obstante, de mantener los pies en la tierra. El cambio es casi tan imperceptible que temo haberme convencido a mi mismo de que en realidad está ahí. Pero no me preocupa, solo el tiempo puede aclararme si estoy en lo cierto o no, y mientras tanto, voy a disfrutar todo lo que pueda este momento.


lunes, 2 de marzo de 2020

A veces...

A veces tengo mono de escribir. Me siento ilusionado delante del teclado.

Alguién me llama. El peque esta sentado en el trono y necesita ayuda. El mayor no quiere hacer los deberes. Tengo que salir a comprar algo. Me toca tender la ropa. Hoy visitamos a alguien.

A veces tengo mono de escribir. Pero no me da tiempo, antes de ser arrastrado otra vez por la marea de lo cotidiano.

viernes, 20 de abril de 2018

Ejemplos

Había probado todo. Desde estrictos horarios a sesiones de yoga y meditación, pasando por visitas a terapeutas y consejeros laborales. Y nada había funcionado. Seguía igual de apática que de costumbre, sin fuerza, sin iniciativa, no ya para acabar alguno de sus múltiples proyectos sino para, en algunos casos, siquiera comenzarlos.

Pero esa mañana había sido distinto. Tras dejar a los críos en la guardería, ya con un pie dentro del coche, la había visto llegar. Después de meses en los que el azar había evitado la fatal coincidencia ahí estaba ella de nuevo: esa estúpida madre, cínica, soberbia, engreída. Esa madre a la que evitaba como a la peste, a la que tenía siempre que sonreír en aras de la convivencia entre padres de la guardería, con la que tenía siempre que aparentar una distensión y cercanía que distaba mucho de sentir, a la que escuchaba siempre disertar de manera paternalista sobre las excelencias de su vida, sobre sus logros, sobre su superioridad moral. Esa madre a la que habría estampado en la cara su estúpido bolso de piel (seguro que de imitación, zorra), a la que habría arrastrado de los pelos por el barro. Esa madre.

Subió al coche lo más deprisa que pudo para no verse en el brete de tener que saludarla y todo el camino hasta la oficina fue mascullando improperios, macerando lentamente su ira, dándole forma. Y cuando por fin llegó, cuando ya se encontraba sentada en su cómodo sillón, frente a la montaña de papeles que cubría prácticamente cada centímetro cuadrado de su escritorio, lo decidió: Ella no era peor que esa maldita zorra. Ella podía hacerlo mejor, llegar más alto, ganar más. No iba a dejar que una maldita madre se pavoneara delante de ella y le restregara nada por las narices.

Y se puso manos a la obra. Y ese día, sorprendentemente, le cundió más de lo que lo había hecho nunca. Desde entonces, cambió sus horarios para llevar a sus hijos a la guardería para coincidir con ella, con la maldita madre, y los minutos posteriores en el coche, de camino al trabajo, con toda esa ira emergente, salvaje, purificadora, surgiendo de lo más hondo de su ser, sustituyeron a los ejercicios de concentración aprendidos en incontables clases de yoga.

Cada vez que contempla la imagen pegada a la esquina superior izquierda de su monitor, esa efigie de la maldita madre (tomada de incógnito con su móvil e impresa en papel fotográfico de calidad), mientras trabaja sin apenas pausa, recuerda como le había dicho uno de sus terapeutas que los ejemplos son siempre una buena fuente para superarnos. Ahora, por fin lo ha entendido.

Una gran sonrisa

Hacia mucho que no me dejaba caer por aquí. Nunca me he olvidado de este rincón de mi alma, pero en algunas épocas de mi vida esta menos pre...